Primer día de otoño y mi mente vuela a todos los recuerdos del verano. Se cierra una etapa y se abre otra. La nostalgia y la gratitud por lo vivido invaden mi cabeza si pienso la experiencia inolvidable que viví este verano: el Camino de Santiago.
119 kilómetros, 6 días andando y un camino, el del Norte, que nos regaló naturaleza pura con paisajes que parecían sacados de un cuadro, gente bonita de diferentes nacionalidades dispuesta a hacer de esta experiencia un recuerdo de vida y Galicia que con su “calidade” en todo puso el broche de oro.
Empezamos el camino un día de Julio a las 6 de la mañana desde Vilalba después de haber pasado la primera noche en un hotel que merece la pena ir sólo por lo encantadores que son sus propietarios, Casa Seijo.
La primera etapa que hicimos fue Vilalba-Baamonde. ¡Qué bonito es ver amanecer en el campo, escuchar sólo el sonido de la naturaleza y sentir el fresco en el rostro!
Poco a poco empezamos a encontrarnos con peregrinos que nos acompañaron durante esa semana al ritmo de “Buen Camino”. Esta expresión… ¡cuántas veces la habré escuchado en esos días! Aprendí que “Buen Camino” es algo más que lo típico que se dice cuando te cruzas con un peregrino. “Buen Camino” es ese saludo que une a personas de diferentes culturas y que todo el mundo pronuncia como puede. “Buen Camino” es el deseo de alguien de que vivas lo mismo que esa persona está experimentando y, con la que, en el fondo, compartes esa experiencia. “Buen Camino” es ese “¡ánimo, tu puedes!”. “Buen Camino” es esa sonrisa en la cara de un desconocido que hace que en ese momento algo bueno pase: que dos personas se unan en lo positivo y se animen para superar las dificultades del momento. Ojalá en la vida diaria hubiese muchos Caminos de Santiago…seguro que estaríamos más unidos por lo bueno.
Ya en Baamonde y después de sufrir los últimos kilómetros con mucho calor, una buena comilona no estaba de más. Os aconsejo el restaurante Galicia. Este lugar tiene mucha historia a sus espaldas y bien peculiar que es su café de “Pota Madre”. No os desvelo más para que los curiosos vayáis allí y lo descubráis por vosotros mismos.
En esta localidad hay una historia de superación y de mucho arte que me impactó, la Casa Museo Víctor Corral Castro y que bien merece escribir sólo un post dedicado a este lugar y a su artista.
De Baamonde pusimos rumbo el día siguiente a Sobrado pero en la ruta nos desviamos a mitad de camino para alojarnos en el paraíso natural del hotel Biterra. Sus alrededores, su comida, sus habitaciones sin televisión por cierto… pero un acierto para poder descansar, desconectar, hablar, disfrutar de la compañía y del lugar hacen de este enclave algo diferente y especial de todos los lugares en los que dormimos.
¡Sigue el artículo en el siguiente post!
María, muchas gracias, es una invitación para disfrutar de la campiña, gastronomía y sobretodo de sentir, como lo narras, esa paz y tranquilidad de alma