RUANDA UN PARAISO SACADO A PULSO POR SU GENTE
Hay veces que las palabras las pronunciamos sin pensar el significado que llevan dentro. Reconciliación: hablamos de reconciliación en las parejas, entre los amigos, compañeros, en la humanidad…
A lo mejor me pasa sólo a mí pero cuando me ha tocado reconcialiarme he pensado en eso de “perdonar de corazón” al que te ha herido, aceptar tu parte de responsabilidad (si la hubiese), reconocer tu error, pedir perdón y sentir que haciéndolo el corazón se alegra, intentar sacar alguna lección positva para que no vuelva a sucederer. Pero todo ésto es más fácil llevarlo a cabo cuando el daño es pequeño.
Pero cuando lo que ha pasado es que se han roto familias, que se ha perdido la vida de lo que más quieres en nombre de un ideal que seguramente no sabes identificar muy bien, cuando te das cuenta de que si no perdonas no hay salida… En este caso, hablar de reconciliación es hablar de palabras muy mayores. Hace falta ser “muy grandes de corazón” en todos los bandos, en todos los lugares, en todos los estatus para tener la voluntad decidida de que tu país comience a andar en paz después de décadas de dolor y sufrimiento.
Los habitantes de Ruanda son un buen ejemplo de ello. Han encontrado lo que les une, han reconocido su dolor, su culpa, su inmenso sufrimiento y han comenzado un camino ejemplar hacia una nueva vida, con libertad pero con miedo a la vez. Decididos a que sea algo diferente a lo que ya conocen y empeñados en que salga bien, personas sencillas que han perdido casi todo en un país rico por su naturaleza y belleza y, sobre todo y ante todo, por las personas que lo forman.
Los que hemos tenido la suerte de conocerles velaremos porque la palabra reconcialiación esté siempre cargada de sentido.
En 1994, la población de Ruanda era de más de 7 millones de personas, que comprendían 3 grupos étnicos: los hutu (85% de la población), los tutsi (14% de la población) y los Twa (1% de la población). La muerte, el 5 de abril de ese mismo año, del presidente Habyarimana, de etnia hutu, desencadenó una oleada de violencia por parte de grupos milicianos extremistas hutu contra la población civil de las otras etnias.
Este conflicto costó la vida de más de 800.000 personas en los primeros tres meses.
Desde entonces, los ruandeses no han dejado de intentar sanar las heridas provocadas por tan cruentos eventos y llevar a cabo un proceso de reasentamiento de la población y de reconciliación entre todos los habitantes de Ruanda, independientemente de su etnia.
Se pusieron en marcha medidas en pro de la convivencia pacífica de perpetradores y víctimas, como promulgar leyes que combaten la discriminación y la ideología que los dividía y defender la igualdad de derechos de todos los ruandeses.
A pesar de la brutalidad de los hechos que acontecieron, nada ha impedido que los ruandeses caminasen hacia la reconciliación tras este último genocidio.
Cuando personas e instituciones empiezan a movilizarse en búsqueda de la paz y reconciliación que sólo el perdón sincero puede otorgar se consiguen superar las diferencias y unirse en convivencia.
Hoy después de más de 25 años de los terribles acontecimientos y aunque no se lo pongan nada fácil la situación de algunos países vecinos, Ruanda sigue su camino hacia la paz y la reconciliación, poco a poco, día a día, sabiendo que queda mucho camino por recorrer pero con paso decidido.
Por si te interesa saber más:
María Prieto, junto con Ángela Ordoñez, Pilar Úcar y José García de Castro, han escrito “Ruanda se reconcilia. Historias de paz y perdón”, ha estudiado de cerca el caso ruandés y nos habla de justicia, verdad y de no olvidar, para no repetir.
Tambores de reconciliación: Proyecto “Dulces sueños”. Ingoma Nyshia